Ese desorden pasa por distintos estadíos (agudo, crónico, degenerativo) y cada organismo lo expresa a través de sus estructuras más sensibles. De allí la diversidad de rótulos para un problema central único: el colapso tóxico.
Revertir dicho estado de agobio y restablecer el orden perdido; deben ser los objetivos prioritarios de toda persona interesada en recuperar la plenitud.
Inicialmente debemos comprender como funciona el mecanismo de la intoxicación cotidiana y como se genera el ensuciamiento corporal. Como magistralmente lo expresara a fines de siglo pasado el profesor Jean Seignalet, si diariamente incorporamos más tóxicos de los que podemos evacuar, no necesitamos demasiado para entender que dicha acumulación acabará por generar, tarde o temprano, un colapso tóxico. Esa es la causa profunda de la mal llamada enfermedad; desde un eccema hasta un cáncer, todo responde al mismo mecanismo de generación. Solo difiere el grado de toxemia y el órgano mediante el cual, nuestro organismo expresa su claudicación.
El cuerpo humano tiene infinidad de maravillosos mecanismos para resolver problemas a los que puede verse sometido: excesos, carencias, toxicidad, etc. Pero nuestro moderno estilo de vida se las ha ingeniado para colapsar esa increíble armonía, malogrando la natural capacidad de adaptación a los inconvenientes. Asumir esta realidad, representa el cincuenta por ciento de la solución de los actuales problemas de salud. Y ese es el objetivo de nuestras actividades divulgativas: uno mismo genera la situación de desorden y -lo más importante- uno mismo puede remediar el problema. Solo necesitamos retornar a los hábitos saludables que nunca debimos abandonar.
En esto no hay misterios, ni tampoco soluciones mágicas. Los errores se generan principalmente por confusión y desinformación. En la medida que recordemos cómo opera la inmensa inteligencia corporal (la información está en nuestra memoria celular), veremos que es muy simple jugar a favor (y no en contra) de nuestra propia fisiología. No hay forma de resolver los problemas, mientras no dejemos de boicotear nuestro organismo con hábitos que van en contra de las leyes biológicas que lo animan.
En este sentido es importante comprender que sólo el cuerpo es capaz de repararse, depurarse y curarse a sí mismo. Nadie cura, solo el cuerpo cura.
Dijo alguien “la función de la medicina es entretener, mientras el cuerpo se repara solo”.
Nuestra tarea se debe limitar a remover la vieja “escoria” y no agregar nueva toxemia. Con eso es suficiente. Basta con “no poner palos en la rueda” y no interferir con la silenciosa y magnífica tarea de la inteligencia corporal. El organismo humano viene haciendo esto desde hace millones de años, según leyes biológicas precisas e inexorables; lo sepamos o no y estemos o no de acuerdo. Es un simple ejercicio de humildad y paciencia.
Para el correcto funcionamiento corporal es importantísimo el rol que cumple la correcta nutrición, pero de poco servirá una alimentación de alta calidad en un contexto de ensuciamiento corporal crónico. El mejor de los nutrientes puede ser mal aprovechado, como consecuencia de estar atrofiados los mecanismos de la química corporal, a causa del colapso tóxico.
La analogía con un automóvil puede ayudarnos a comprender mejor este concepto. Si su vehículo está carbonizado y fuera de punto, debido al uso de combustible incorrecto, seguramente usted haría limpiar el motor y cambiaría la calidad del combustible. ¿Serviría hacer sólo una de las dos cosas? Con el cuerpo pasa exactamente igual. De poco sirve una sola acción. Hay que depurar para eliminar la vieja “escoria” que impide el normal funcionamiento. Y también hay que cambiar la calidad del “combustible” para que no vuelva a “carbonizar” la estructura.
Una persona que decida recuperar por sí misma su natural estado de salud y equilibrio, debe abordar irremediablemente el trabajo depurativo como prioridad absoluta. Es evidente que si no comenzamos por “destapar”nuestros filtros orgánicos y moderar el nivel de toxemia, todo lo que hagamos en procura de la salud, perderá efectividad. Viceversa, cualquier práctica terapéutica se beneficiará con la tarea depurativa y una nutrición no ensuciante.
Ejercer nuestro natural derecho a un óptimo estado de salud, se parece mucho a una mesa asentada en tres patas: todas deben estar fuertes y en equilibrio. Por ello, la tarea de limpieza orgánica se potenciará enormemente con un contemporáneo freno al ingreso de nuevas toxinas y aporte de los nutrientes esenciales que faltan. Trabajar separadamente cada aspecto, conspira contra una rápida recuperación de la salud y el equilibrio. Ojala este trabajo sirva para estimular la inquietud por el trabajo depurativo y brinde las herramientas útiles para el retorno al estado de plenitud que nunca debimos resignar.
ACLARACION IMPORTANTE
Dado que estas páginas aportan una visión cuestionadora del actual paradigma de la salud y la nutrición, y que no pueden ni pretenden reemplazar a la consulta médica o nutricional, sugieren entonces una actitud responsable por parte del lector. Propiciamos la autogestión de la salud y la nutrición. Esta dignificante práctica, basada en la prevención y en el sentido común, requiere individuos informados y conscientes de su maravillosa fisiología corporal. Fundamentalmente personas que asuman la plena responsabilidad sobre su calidad de vida.
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