Las mujeres, nacemos con una dotación ya establecida de ovocitos qué van desapareciendo y al llegar a la pubertad quedan aproximadamente 300 mil óvulos en los ovarios. Somos Madres portadoras de valiosa información genética.
En cada ciclo menstrual se desarrollará un ovocito hasta la ovulación y unos 1000 se perderán. Alrededor de los 35 años, quedarán el 10% de los óvulos.
En los hombres, los espermatozoides comienzan a producirse a partir de la pubertad y continua durante toda la vida adulta, estando su función y actividad ligada activamente al paso del tiempo y la llegada de los años.
Un chico que ha entrado en la pubertad fabrica millones de espermatozoides cada día. Cada espermatozoide es sumamente pequeño: solo mide 1/600 de pulgada (0,05 milímetros de longitud). Los espermatozoides se desarrollan en los testículos dentro de un sistema de diminutos conductos llamados túbulos seminíferos. Al nacer, estos túbulos contienen células redondas simples. Durante la pubertad, la testosterona y otras hormonas hacen que estas células se transformen en espermatozoides. Las células se dividen y cambian de forma hasta acabar teniendo una cabeza y una cola corta, como los renacuajos. La cabeza contiene el material genético (genes). Los espermatozoides pasan al epidídimo, donde completan su desarrollo
¡Muy interesante!
Lo más fascinante de todo esto, es que al momento de una madre gestar una niña, lleva también en su vientre los óvulos de su hija. Y que durante el embarazo, esa mamá es portadora de una parte de la carga genética de 2 generaciones ( la de su hija y de los posibles hij@s de su hija).
La importancia de todo esto, radica en responsabilidad de la mujer como transmisora de información genética. Por lo que debemos ser muy cuidadosas y observadoras de nuestras emociones, sentimientos y pensamientos durante la etapa de gestación. Ya que, de acuerdo a la epigenética, quedará grabado en el código celular de las siguientes generaciones.
Es importante evitar, en la medida de lo posible, emociones negativas como el estrés o la tristeza. Si es que llegan porque la vida nos muestra que es una experiencia para trascender, abrazar la emoción, aceptarla y soltar.
Recientes estudios han demostrado que todas estas emociones afectan al bebe, ya que las diversas hormonas que se liberan al experimentar ciertas emociones llegan al bebé. Así, el estrés libera cortisol; la ira, adrenalina; la euforia, endorfinas, y el miedo las catecolaminas. Y todas estas hormonas le llegan al bebé a través de la placenta.
Si desde el comienzo el pequeño vive en un ambiente armonioso, esto contribuirá al óptimo desarrollo de su carácter, de su seguridad, su capacidad para adaptarse y comenzar su desarrollo fuera del útero. Igualmente, se ha demostrado que las emociones negativas pueden quedar gravadas en las células de los bebes que luego se manifiestan como ansiedad o déficit de atención, mal estar, incomodidad, descanso interrumpido, etc.
Además, si la respiración materna es tranquila y la mamá transmite amor y bienestar al bebé, este se sentirá seguro y feliz.
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