Javier Souza Casadinho (*)
La agroecología posee dos principios fundamentales. Uno es la nutrición integral de los suelos, proceso que comprende la utilización de diferentes prácticas y tecnologías con la finalidad de incrementar la cantidad de materia orgánica. Cuando los suelos están bien alimentados poseen una gran diversidad de insectos, hongos y bacterias; aspecto que mejora sus características biológicas, físicas y químicas. El otro es la recreación de la biodiversidad, que es vital tanto para la nutrición adecuada de los suelos así como para lograr el equilibrio entre los componentes del sistema a partir del establecimiento de ciclos, flujos y relaciones inter e intraespecíficas. Ante estos dos principios de la agroecología: ¿Cuál es el rol de biopreparados y bioinsumos?
Puede ocurrir que, aunque se diseñen y lleven adelante agroecosistemas respetuosos del ambiente, se presenta lo que se denomina “adversidad”. Desde nuestra perspectiva antropocéntrica llamamos adversidad, por ejemplo, a todo aquello que se interpone entre las plantas y nosotros y nos impide obtener los alimentos que deseamos. Una adversidad puede ser una lluvia excesiva, el viento, el granizo, pero también puede ocurrir la presencia de otros seres vivos que apetecen alimentarse de las misma plantas que nosotros o interfieren en su crecimiento. Entre ellos tenemos a los insectos, los ácaros, las bacterias, los hongos y las plantas silvestres.
Para hacer frente a estas adversidades los productores orgánicos y los agroecológicos utilizan estrategias, prácticas y tecnologías con base en la producción y uso de organismos vivos, sus partes y metabolitos. Puede utilizarse en su elaboración desde partes de plantas y bacterias hasta hongos e insectos. También se pueden emplear preparados en base minerales como la cal, el azufre y el cobre.
En Argentina estos productos pueden obtenerse en el mercado, constituyéndose en insumos, u obtenerse a partir de la propia naturaleza o de la autoproducción, realizando su preparación en el mismo predio donde se aplicarán. Según la normativa vigente en nuestro país puede considerarse “bioinsumo” a todo aquel producto biológico que consista o haya sido producido por microorganismos, artrópodos o extractos de plantas, y que puede ser utilizado como insumo en la producción agropecuaria.
O sea, productos que consistan o hayan sido producidos con hongos, bacterias, virus, insectos benéficos, extractos de plantas o compuestos derivados de ellos. Estos bioinsumos —que se consiguen producidos de manera industrial y comenzaron a atraer las inversiones de las mismas empresas que producen plaguicidas— poseen una serie de ventajas (en su obtención, preparación y uso) respecto a los plaguicidas sintéticos. Por otro lado, tienen un conjunto de desventajas respecto, por ejemplo, a los biopreparados que pueden realizarse, de manera individual o colaborativa, en las propias unidades de cultivo.
Los bioinsumos frente a los plaguicidas, un giro “verde” del mercado
Se pueden detallar las siguientes ventajas de los bioinsumos:
- No emiten residuos tóxicos en el ambiente capaces de contaminar el suelo, el aire y el agua.
- Su utilización no implica riesgos para la salud de los trabajadores y trabajadoras , los productores y productoras ni de los consumidores y consumidoras.
- Posibilitan el cultivo de alimentos de alta calidad intrínseca.
- Posibilitan una mejora en las características físicas, químicas y biológicas de los suelos.
- Poseen una baja incidencia en los servicios ecosistémicos tales como la polinización, el control natural de plagas, el ciclaje y la disposición de nutrientes.
- Posibilitan una adecuada transición a la agroecología
- Posibilitan generar sustentabilidad ambiental y viabilidad económica.
- El desarrollo de nuevos bioinsumos demandan menores inversiones y menor tiempo para su lanzamiento al mercado que los plaguicidas convencionales de síntesis química.
Entre los productos que pueden obtenerse en el mercado argentino se hallan los biofertilizantes, los bioinsecticidas y los microorganismos eficaces. El uso de los bioinsumos de origen microbiano está dominado por los biofertilizantes.
Luego aparecen los denominados bioinsecticidas. Por ejemplo los virales utilizados para el manejo de la mariposa carpocapsa en frutales como los manzanos y aquellos basados en hongos benéficos como el biofunguicida a base trichoderma harzianum. En relación a los biocontroladores: 21 de ellos están formulados en base a bacterias benéficas, por ejemplo —Bacillus thuringiensis y Bacillus subtilis— dos de ellos están formulados a base de virus entomopatógenos.
En Argentina se fundó, en 2017, la Cámara Argentina de Bioinsumos (Cabio). Según su propia publicidad, ya cuenta con 88 empresas productoras de inoculantes y biofertilizantes con 653 marcas comerciales. Además, hay 15 empresas de biocontroladores, que ofrecen 27 tipos de productos en el país.
Las empresas transnacionales de plaguicidas también están incursionando en la producción de bioinsumos. Es parte de las estrategias de posicionamiento en el mercado, con un discurso “verde”, con el cual buscan mostrarse como proveedoras de insumos para la sustentabilidad y la soberanía alimentaria.
Dentro de la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe) se creó la comisión de productos biológicos, integrada por las principales empresas del sector. En este caso, un 74 por ciento de las empresas socias realizan inversiones en desarrollo y producción de bioinsumos. La comisión está integrada por las empresas Barenbrug, Biotrop, Laboratorios CKC Argentina, Nitrasoil Argentina, NOVA, Novozymes, Stoller Argentina y Verdesian Life Sciences South America, recientemente integradas a la cámara que se suman a las empresas con productos biológicos ya socias como Basf, Bayer, FMC, Rizobacter, SpeedAgro, Sumitomo, Summit Agro, Syngenta y UPL.
Estos productos de base biológica que se obtienen en el mercado presentan desventajas frente a aquellos que se obtienen de la propia naturaleza o con autoproducción:
- Hay que conocer sus características, modos de acción, su interacción con el resto de los seres vivos presentes en el agroecosistema.
- Se requiere conocer la incidencia y relación de los bioinsumos con factores climáticos y edáficos.
- Pueden incrementar los costos de producción.
- A diferencia de las tecnologías de procesos implican una erogación monetaria para el productor.
- Pueden generar dependencia tecnológica.
- Pueden retrasar la diagramación y puesta en práctica de verdaderos sistemas agroecológicos, basados en la diversidad biológica y la nutrición integral de los suelos.
Los biopreparados, tecnologías adaptadas a la naturaleza
Los bioinsumos hay que comprarlos en el mercado generando no solo una mayor erogación económica, aspecto que incide en los costos de producción, sino que además plantea una gran dependencia tecnológica. En este sentido, si no se modifican las condiciones de producción —nutrición integral de los suelos e incorporación de biodiversidad—, los problemas aparecen de manera reiterada todos los años, por ejemplo: el accionar de los insectos como las hormigas, las chinches y las isocas.
Desde el inicio de la agricultura, los seres humanos hemos utilizado extractos de plantas, organismos vivos y sales minerales para manejar el accionar de aquello que se interpone entre nosotros y los cultivos de los cuales buscamos alimentarnos. Desde la agroecología nos proponemos aplicar de manera adecuada estos preparados solo cuando es necesario y utilizando plantas que crecen naturalmente o están presentes en nuestro predio. Se busca que sean verdaderas tecnologías apropiadas adaptadas a la cultura local, al clima, a las necesidades propias de los productores y productoras, promoviendo la autonomía tecnológica, la sustentabilidad, resiliencia ambiental y la organización social.
Estos preparados son naturales, pero no reemplazan a todas las prácticas y medidas fomentadas por la agroecología, ya que en sí mismas no restablecen el equilibrio ecológico. Son prácticas fáciles de realizar, en muchos casos las plantas que están presentes en nuestra huerta o en la comunidad donde vivimos. Debemos tener en cuenta que, aunque poseen baja toxicidad y se descomponen rápidamente, los preparados que hacemos y aplicamos en nuestros cultivos también van a interferir en la vida y desarrollo de los insectos benéficos disminuyendo, por ejemplo, la presencia de larvas de insectos, retrasando el desarrollo de parasitoides y su la emergencia como adulto de sus huéspedes.
Una lista de biopreparados que utilizan productores de tipo comercial y de autoproducción incluye:
- Extracto de brotes de tomate.
- Cocimiento de ajenjo.
- Cenizas.
- Extracto de ortiga.
- Cocimiento de cola de caballo.
- Cocimiento de hojas de lavanda.
- Purines de paraíso.
- Alcohol de ajo.
- Alcohol de ají.
- Cocimiento de aguaribay.
- Agua jabonosa.
- Alcohol de cebolla.
Para finalizar, siempre se debe verificar si la cantidad de insectos y hongos pueden causar un verdadero daño en nuestros agroecosistemas. Debemos tener presente la necesidad de convivir; porque además de los insectos, bacterias y hongos perjudiciales también existen los benéficos.
Los biopreparados son naturales, pero no reemplazan a todas las prácticas y medidas que se inician con el diseño predial y la adecuada nutrición de las plantas, ya que en sí mismas no restablecen el equilibrio ecológico.
*Coordinador regional de la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas de América Latina.