Evolución es un partido vecinal plotteriense conformado por servidores sociales, con una gran convicción: el cambio comienza con la transformación social y la toma de conciencia.
Diciembre de 2020, La Pampa: la Legislatura provincial sanciona —en la última sesión del año— una ley que pone límites a las fumigaciones y que promueve la agroecología. Después de meses de un debate que involucró a organizaciones socioambientales y productores agropecuarios, la letra final de la norma prevé limitar la aplicación por vía terrestre de plaguicidas a una distancia de 500 metros de las zonas urbanas y de 3000 metros en la aplicación por vía aérea. También prohíbe la dispersión de agrotóxicos cerca de las escuelas mientras estén en funcionamiento. Diez meses después, aún no fue reglamentada. Sin embargo, la actividad agroecológica crece en esa región.
En junio pasado, veintiún productores agroecológicos se autoconvocaron para pedir la apertura del registro que establece la sancionada Ley 3298. «La cantidad de agricultores que iniciaron el camino a la producción sin venenos son más y, sin dudas, puede haber muchos más», asegura Carlos Anzorena, productor e ingeniero agrónomo, que acompaña a otros pares de la región en la transición agroecológica. Trabaja específicamente con experiencias extensivas: tambos, planteos ganaderos y mixtos.
«Cuando empezamos, teníamos el desafío de generar conocimiento para prácticas extensivas. Ahora hay más experiencias, hace diez años no las había», relata Anzorena. Desde los inicios hasta estos días falta el apoyo de las entidades públicas. Los procesos de transición del modelo convencional al agroecológico se fueron haciendo a partir de «la recuperación de saberes y con la experimentación de familias productoras y de los técnicos», dice el entrevistado. A modo de mapeo, las experiencias de agroecología en La Pampa se sitúan, sobre todo, en la franja este de la provincia.
Sobre la ley de promoción de desarrollo a la producción agroecológica, Anzorena apunta: «No se ha reglamentado ni se presentó ningún programa en ese sentido». En las entidades como el Estado provincial o la Universidad Nacional de la Pampa «no hay nada en marcha para impulsar la agroecología», lamenta. Sin embargo, según el productor pampeano, la pandemia de Covid-19 activó el interés por las experiencias agroecológicas a partir de la virtualidad, la información en las redes sociales y el interés de mucha gente que puso en crisis la habitabilidad de la ciudad y que volvió a la provincia.
Entre los desafíos, Anzorena menciona la difusión y la articulación de experiencias para poder demostrar a los vecinos que «es posible y necesaria la transformación, porque es mejor para la salud, la producción y la economía«. Con apoyo estatal, sería más fácil, insiste, ya que habría promotores, técnicos, designados por el gobierno. «Hoy solo estamos quienes, en nuestros ratos libres, nos dedicamos a difundir», subraya.
Recuperar la tierra para la agroecología en La Pampa
Un trabajo de la periodista pampeana Cintia Alcaraz —publicado en el dossier Contaminación informativa: medios, extractivismo y soberanía y titulado «El desplazamiento de la frontera agrícola y los agrotóxicos en La Pampa» — revela que el 30 por ciento de la producción agraria de la provincia es soja, lo que en 2020 representó un 3,3 por ciento del estimado nacional. La mayor concentración de esta oleaginosa se produce en el noreste del territorio. El informe de Alcaraz señala que los territorios en los que se realizó agricultura o ganadería intensiva perdieron 50 por ciento de la materia orgánica.
«El valor original de La Pampa era un suelo con 6 por ciento de materia orgánica y hoy estamos en 2 por ciento o 1,5 por ciento. En suelos más pesados estábamos en 10 por ciento de materia orgánica, hoy estamos en 4 o 5 por ciento. No son términos absolutos, cada suelo tiene su capacidad de materia orgánica, su fertilidad y lo que posibilita la vida. Cuando se pierde medio punto o un punto, lo que pierdo es la fertilidad y eso lleva 100 años regenerarlo», explica en ese artículo el ingeniero Anzorena. De manera que uno de los desafíos es, precisamente, recuperar la capacidad productiva de suelos erosionados por el extractivismo agropecuario.
Consultado por este medio, Anzorena comenta que ese proceso se realiza apelando a perennes y leguminosas. «Hay que cubrir los suelos y tratar de que estén cubiertos la mayor parte del año —grafica el especialista — . La transición es la misma regeneración, uno tiene que recuperar la capacidad productiva de los suelos mientras hace algo distinto, y también para poder hacer la producción».
«La agroecología mira el suelo y la dinámica social y familiar que se da en el campo»
Anabella Lozza es ingeniera en Recursos Ambientales y Medioambiente, y se desarrolla como joven productora ganadera agroecológica en Quehué, localidad ubicada a 75 kilómetros de la capital provincial, Santa Rosa. «Toda la vida estuve muy cercana a la producción en el campo, pero siempre se hizo con el formato y el modelo hegemónico», recupera su historia. Hace ocho años, su padre, Pepe Lozza, decidió no utilizar más agrotóxicos en la producción familiar. Anabella cuenta que ya no se veían chimangos en el campo y que de alguna manera eso hizo un «click» en su padre. Pero no bastaba solo con no envenenar la tierra: «faltaba un planteo más holístico», dice la joven.
Desde hace más de un año, Anabella comenzó a involucrarse activamente en la toma de decisiones de la empresa familiar, que nuclea a los establecimientos San José y San Carlos. Son 1120 hectáreas a la vera de la ruta provincial 18, donde se hace cría y recría de ganado bovino. Fue entonces que comenzaron a articular con otros profesionales para iniciar la transición hacia una producción totalmente agroecológica. «Trabajamos pensando en qué legado queremos dejar a los que vienen detrás nuestro», destaca la joven productora.
La productora explica que este cambio en la forma de producir fue integral. Primero, implicó otra forma de relacionarse con el ambiente: «Mi papá hacía bastante tiempo que venía haciendo siembra directa y sabemos que ese paquete viene con todo, implica terminar siempre en el uso de agroquímicos — explica Lozza —. La tierra viene de muchísimos años de explotación sin devolverle nada, o sea que el foco ahora está en volver a nutrirla».
La ingeniera hace hincapié en que la agroecología no solo está mejorando los suelos del campo, sino la forma en que la empresa es administrada. «Este modelo no solo se preocupa por qué pasa con el suelo, sino también por la dinámica social y familiar que se da en el campo», sostiene Lozza y puntualiza sobre la importancia de la familia y como ahora «todas las decisiones están pensadas en conjunto, incorporando la visión de la gente que nos ayuda en el campo y que están en el día a día». «La agroecología mira el todo», define.
Ajustar la producción a la naturaleza
La joven sitúa la experiencia en una zona seca, de mucha erosión de suelos. En ese sentido, explica que antes se trataba de ajustar el sistema de producción a lo que demandaba el mercado. «Hacíamos maíz esperando que rindiera determinada cantidad, pero sabiendo que teníamos que cruzar los dedos para que caigan los milímetros justos de lluvia, cuando en realidad no son campos donde la agricultura se dé de esa manera». Y expresa el cambio de lógica productiva: «Somos nosotros los que tenemos que ajustarnos a lo que nos da la naturaleza y no a la demanda de este modelo que está impuesto. De otra manera, descapitalizamos el sistema, no en el sentido monetario, sino en relación a los aportes que nos da la naturaleza y los aportes ecosistémicos que nos brinda«.
Para la productora si una forma de cultivo o ganadería está adaptado a su ambiente y cuida esos recursos, no se requieren tantos insumos químicos. «Esta forma es mucho más eficiente: antes se veía solo cuántos rindes te quedan, pero no todo lo que gastaste para tener esos rindes», sentencia en transición agroecológica.
Somos un partido vecinal plotteriense conformado por servidores sociales, con una gran convicción: el cambio comienza con la educación y la toma de conciencia.
Evolución es un partido vecinal plotteriense conformado por servidores sociales, con una gran convicción: el cambio comienza con la transformación social y la toma de conciencia.