Evolución es un partido vecinal plotteriense conformado por servidores sociales, con una gran convicción: el cambio comienza con la transformación social y la toma de conciencia.
Diversas organizaciones militantes, activistas e incluso el propio Estado —con intereses diversos bajo lemas similares— hablan de lógicas productivas “sostenibles” y “sustentables”. Pero, ¿qué implican estas palabras en los hechos, a la hora de plantar la semilla y levantar la cosecha? Noelia Prieto es licenciada en economía y Gonzalo Rondini es ingeniero agrónomo. Hace seis añosdecidieron volcarse al trabajo en el campo, específicamente hacia la agroecología. Así fue como comenzó la historia de Fincas El Paraíso, un proyecto localizado en la provincia de Buenos Aires, que busca inversores que quieran financiar la elaboración de alimentos sanos.
Un modelo que podría replicarse tranquilamente en cada rincon del país donde hoy se utilicen agroquímicos para la producción. Como es nuestro caso, en Plottier. Los padres, abuelos y bis abuelos de campesinos que hoy producen la tierra en Plottier y todo el país, ni utilizaban ningún tipo de agroquímico para la producción hortícola y frutícola. Quizás algunos quilos de guano de chivo. Qué nos sucedió? Nos preguntamos en Evolución.
Actualmente, Prieto y Rondini alquilan campos en Trenque Lauquen, Pehuajó y 9 de Julio, en el oeste bonaerense, a unos 450 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires. Allí se cultivan cereales de invierno como trigo, centeno y cereales de verano como mijo y trigo sarraceno. Lo cosechado es transformado en harina en su propio molino, donde también fabrican pastas. «Lo hacemos de manera natural, agroecológica y sin aditivos. Somos apasionados de la producción de alimentos», cuenta con entusiasmo Nicolás. Agrega que además producen hortalizas y ganado «para armonizar el sistema y para obtener materia prima para la fabricación de bioinsumos».
Fincas El Paraíso funciona como un fideicomiso, una forma de contrato mediante el cual las partes se comprometen a utilizar los fondos con un objeto específico. En este caso, la producción de alimentos. El fideicomiso cuenta con los aportes de familias que destinan sus ahorros al proyecto. La empresa da trabajo a diez personas de manera directa y otras cincuenta de forma indirecta. La producción se extiende sobre 370 hectáreas.
«Hay productores que no quieren seguir alquilando sus campos a la agricultura convencional y apuestan por el proyecto. Es una forma de generar una red de gente que quiere producir de esta manera y no tienen las posibilidades, pero de esta manera lo pueden hacer», afirma Gonzalo.
Un proyecto económico, social y ambiental
Desde su perspectiva como economista, Noelia sostiene que en la agroecología «los rindes de los cultivos son inferiores a la producción convencional», pero advierte que «el costo de producción por hectárea disminuye muchísimo al no utilizar agroquímicos». La productora cuestiona a quienes dicen que el agro con transgénicos y agroquímicos rinde más y por eso la agroecología no sirve: «deberíamos ver el neto y no el bruto», pone en términos económicos y agrega: «Para que los rindes sean mayores, el modo convencional usa fertilizantes, pero nosotros no lo hacemos porque es un gran estrés para la tierra. Queremos que los productos tengan calidad».
Es precisamente en este punto donde las palabras «sustentable» y «sostenible» adquieren todo el peso de su significado. Para quienes hacen Fincas Paraíso, se trata de analizar la sustentabilidad ambiental, social y económica. «Invitamos a analizar la sostenibilidad ambiental: generamos vida en el suelo, un ecosistema que no se pone en valor económico porque hoy no hay personal capacitado para hacer esa medición», señala Noelia en materia de «sustentabilidad». El cuidado del suelo es prioritario, es literalmente la base a partir de la cual la calidad del producto está asegurada. Y propone una clave para pensar la sustentabilidad ambiental: «Que todo lo que va sobrando se regenere; alargar todo lo que se puede el ciclo de vida de lo que la naturaleza nos da».
La licenciada en Economía asegura que se trata de lograr productos «sanos, vivos, que nos alimenten; que lleguen a las familias y sin mal utilizar los recursos que la naturaleza nos da, acompañarla y devolverle lo que nos da». ¿Cómo buscan la sostenibilidad del proyecto? Prieto destaca la diversificación de las áreas de producción y el agregado de valor. Todo lo sembrado y cosechado en Fincas del Paraíso es procesado y puesto en valor en la misma unidad productiva. Por ejemplo, el mijo es procesado como harina primero y en fideos después. «Buscamos que todas las áreas productivas tengan un valor adicional», destaca Noelia.
La economista subraya que para cambiar el paradigma productivo el proyecto debe ser sostenible en el tiempo, porque de lo contrario «los inversores se terminan cansando y se van a otros segmentos». Uno de los puntos importantes de esa sostenibilidad es la puesta en venta del los productos en medio de una economía convulsionada como la Argentina con corridas de precios constantes. «Por eso hacemos hincapié en que los productos lleguen a los consumidores a través de nodos de consumo y de compras comunitarias, sino el intermediario distorsiona mucho los precios», señala.
La mirada de sostenibilidad que fundamenta el proyecto de Fincas El Paraíso implica que el intermediario no puede ganar más que el productor. «Hay que sensibilizar y hacer entender: no podés remarcar al cien por ciento un producto al que yo le gano el 30 por ciento. Eso debería ocurrir en Argentina para que todas las producciones sean sostenibles en el tiempo«, advierte.
Para Gonzalo, un proyecto económico sustentable implica que «el dinero tiene que ser visto de otra manera». «Tiene que dejar de ser solamente un valor que está en los bancos y que solamente le sirve a lo financiero y a lo especulativo, para transformarse y poder vincularse con la economía real, con lo que todos estamos necesitando todos los días, que es el alimento. Ese alimento hay que producirlo de una manera sostenible en el tiempo, sin dañar el medioambiente y sin generar un perjuicio en las personas«.
Apostar a la tierra, apostar a Fincas El Paraíso
Hace seis años, Fincas El Paraíso se sostiene con los aportes de familias que destinan sus ahorros al proyecto. Prieto y Rondini aclaran que no son dueños de la tierra, sino que las arriendan. Las inversiones funcionan como un plazo fijo, con una tasa fija de interés. Se trata de una forma de inversión «conservadora» —en la jerga económica— porque es predecible. Así lo explica Noelia: «Hacemos trigo en una zona donde se hace trigo y es obvio que nos tiene que ir muy mal para no levantar mil kilos de trigo. Garantizamos que se coseche el mínimo, no nos ponemos a hacer una actividad riesgosa». Además, explica, el trigo tiene un mercado atomizado, es un producto simple de vender: todo el mundo come harinas, pan. «Por eso la gente se animó a financiarnos», sostiene Prieto.
Actualmente, el proyecto está a la búsqueda de nuevos inversionistas. «Es una invitación a que sus ahorros vuelvan a proyectos productivos del interior del país, buscando una mirada no solo de producción de cultivos sino de alimentos. Es una mirada de largo plazo que invita a interiorizarse sobre cómo llegan los alimentos a la mesa», convoca Noelia.
La economista apunta que, más allá del aporte, se busca generar «un pensamiento de cambio». En épocas de criptomonedas y plazos fijos, Noelia pregunta: «¿A dónde va ese dinero? ¿Por qué no se pone en la tierra?«. En ese sentido, reflexiona: «El dinero tiene que sanarse, porque muchas veces financia actividades que no son beneficiosas para todos. Un plazo fijo en un banco es súper simple de hacer hoy en día. Pero quizás ese banco financia actividades mineras que está destruyendo poblaciones en otros puntos del país».
A su turno, Gonzalo señala: «Tratamos de darle un valor diferencial a esos ahorros, generando una responsabilidad social que haga que ese dinero no siga haciendo daño».
«Cada metro cuadrado de nuestro país tiene que ser una potencial hectárea de agroecología»
Trenque Lauquen fue una de las localidades pioneras en Buenos Aires en tener una ordenanza de resguardo ambiental contra las fumigaciones. La norma establece 300 metros para las aspersiones terrestres y 800 para las aéreas. Consultado sobre las dificultades para llevar adelante la agroecología en la zona, Gonzalo consideró que «no hay que mirar como una rivalidad el territorio». Al respecto, precisó: «Si el vecino de enfrente hace agricultura convencional, hay que entender que no es un enemigo sino alguien que culturalmente todavía no pudo comprender cómo producir de otra manera».
El productor sostiene que las propuestas de las Buenas Prácticas Agrícolas (BPAs) son «un riesgo». «Es poco creíble que alguien que hizo las cosas mal durante 20 años, a partir de este momento y por las denuncias de la población, te diga que va a cambiar haciendo lo mismo». Al mismo tiempo, refiere: «También están las tecnologías agtech que están tratando de promover una agricultura ‘sustentable’ —dicen ellos— tratando de reducir el uso de agrotóxicos, pero está muy poco claro cómo lo van a hacer». Concluye la comparación con una reflexión: «Desde la agroecología la propuesta es sana, es sencilla: es ponerse a hacer agronomía, a entender los procesos y respetar la naturaleza, que es lo que está pidiendo a gritos el planeta».
Para el ingeniero agrónomo, «todos pueden ser un potencial productor agroecológico, cada metro cuadrado de nuestro país tiene que ser una potencial hectárea de agroecología». Indica que ese es el camino y el objetivo. «Desde el hacer, contagiás. Con trabajo, con debate y con fundamentos el territorio de a poco se va a ir ganando. Lo más importante es que ya no vamos a volver a ceder territorios: lo ganado por la agroecología es de la agroecología«, subraya.
Somos un partido vecinal plotteriense conformado por servidores sociales, con una gran convicción: el cambio comienza con la educación y la toma de conciencia.
Evolución es un partido vecinal plotteriense conformado por servidores sociales, con una gran convicción: el cambio comienza con la transformación social y la toma de conciencia.