Por Sergio Alvez
Desde Misiones
Situada en la zona centro de la provincia de Misiones, la ciudad de Oberá es la Capital Nacional de los Inmigrantes. En torno a la historia de su nombre hay dos narraciones. La primera tiene que ver con la derivación del término guaraní “vera”, que significa brillante, luminosa, resplandeciente. La otra versión remite al cacique guaraní Overa, quien a mediados del siglo XVI encabezó revoluciones contra la esclavitud y la evangelización que proponían los “conquistadores” españoles en territorios cercanos a la actual ciudad de Asunción, en Paraguay. Pero antes de fundarse como tal, en 1928, lo que se conoce como Oberá llevaba el nombre de Colonia Yerbal Viejo, denominación que remite a la gran cantidad de árboles de yerba mate que poblaban este territorio.
Yerba con raíz familiar y cooperativa
Ese nombre histórico, Yerbal Viejo, es el que adoptó el emprendimiento productivo de la familia Sand desde 1995. Productores de yerba mate agroecológica. La infusión, además de las particularidades que denota su proceso de elaboración sin agroquímicos, mantiene un espíritu sustentado en conceptos y prácticas heredados de los primeros colonos de la zona, que en los albores del siglo pasado se aventuraron a producir el que es hoy, el cultivo emblema de la Argentina.
Johann Ezequiel Sand es parte de la empresa familiar y también tesista de la Licenciatura en Antropología Social de la Universidad Nacional de Misiones, donde integra el Proyecto de Revalorización de “Picada Finlandesa”. Cuenta que sus tatarabuelos eran del sur de Finlandia. En el año 1906 se produce la primera oleada de migración de finlandeses a Misiones. Primero se establecen en Bonpland —50 kilómetros al suroeste de Oberá— y entre 1912 y 1914 se desplazan a la entonces llamada Colonia Yerbal Viejo.
El lugar estaba repleto de plantaciones de yerba nativa. Entonces, la planta se cosechaba de manera extractiva y a gran escala por los colonizadores. Recién en la década de 1930 comienza a cultivarse la yerba en la chacra familiar. Para ello se tuvo que desmontar, abrir las parcelas, construir viviendas, realizar perforaciones para encontrar agua. Acondicionar el lugar para el asentamiento de las familias y sus cultivos.
Otto, bisabuelo de Johann, fue uno de los socios fundadores de la Cooperativa Agrícola Limitada de Oberá, pionera del cooperativismo en la zona. Otto se casó con Alma Annette Hedström. Fruto de este matrimonio, nace Hugo Sand, quien en 1957 sería socio fundador de la Cooperativa de Productores y Elaboradores de Té Guaraní. La asociatividad, el cooperativismo y la unión de las familias colonas, signaron la historia de estos inmigrantes finlandenses. “Alma Annette” es el nombre que adoptó la chacra de los Sand, donde se encuentran los yerbales de la empresa familiar. Así, Yerbal Viejo es un emprendimiento productivo y familiar, que atesora un sabor diferente e intrínsecamente ligado a los ciclos de su producción, y a la vez, un proyecto que resguarda y honra el memorial de luchas y pesares tan propios de los pequeños productores de yerba en la tierra colorada.
En 2020, esta chacra, junto a otras tres de la zona centro de Misiones —nucleadas bajo el grupo “Oberá Agroecológica”— se convirtieron en las primeras certificadas oficialmente como agroecológicas por la Secretaría de Agricultura Familiar de la Provincia.
De la crisis del yerbal a la agroecología
Volvemos atrás en la línea de tiempo. Estamos en 2001, plena crisis social, política y económica en la Argentina, Yerbal Viejo deja de producir. Iván Sand, ingeniero agrónomo y hermano de Johann, recuerda: “El neoliberalismo de los noventa desreguló todo. Fue un desastre para los productores. Mi padre, Hugo, salió a luchar junto a cientos de productores yerbateros, con quienes protagonizó una memorable manifestación conocida como ‘El Tractorazo’, que forjó la creación del Instituto Nacional de la Yerba Mate”.
Iván alude a una movilización de 53 días llevada adelante en 2002, principalmente por los colonos agrupados en la Asociación de Productores Agrícolas de Misiones (APAM), y que consistió en el arribo de cientos de pequeños productores montados a sus viejos tractores, desde las colonias hacia la Casa de Gobierno provincial, donde se acampó. Era la segunda vez que salían en las rutas con los tractores, en pocos meses, en 2001 había ocurrido el primer “tractorazo”, que duró unos 17 días en reclamo de un “precio justo” por la hota de yerba.
En 2002, la movilización contó con el apoyo decidido de otros sectores y obtuvo una gran visibilidad en los medios de comunicación, incluso a nivel nacional. La lucha redundó en la instrumentación del INYM, órgano que vino a reemplazar a la histórica Comisión Reguladora de la Yerba Mate (CRYM), que había sido desguazada en la década menemista. Hugo Sand, fue uno de los dirigentes que mayor notoriedad cobró en esos intensos días de protesta.
Fueron 358 tractores, desvencijados la mayoría, que salieron a las rutas con carteles y banderas argentinas. El 13 de julio de 2002 el gobierno nacional —durante la presidencia interina de Eduardo Duhalde— firmó el decreto reglamentario que puso en marcha el INYM. Esta medida, implicaba que los productores pasen a formar parte de la decisión de los valores de la materia prima de la yerba mate, poniendo fin al conflicto.
Tras algunos años sin poder producir, la familia Sand decidió retomar el proyecto Yerbal Viejo. “Hace más de 7 años, decidimos mi padre, Johann, mis hermanos y yo, implementar lo que nuestro padre nos enseñó sobre la actividad agropecuaria en la yerba desde una perspectiva agroecológica”, cuenta Iván. De este modo, se inició una etapa diferente, que la familia Sand explica desde la idea de transición agroecológica.
Yerba buena, libre de agrotóxicos
“¡A comeer!”, grita Iván y abre la tranquera del corral. Las ovejas salen disparadas hacia el yerbal. “Las ovejas limpian el yerbal y de este modo no precisamos químicos. Ellas se alimentan de las malezas, que se convierten en ‘buenezas’ porque las malezas como alimento se transforman en energía cárnica”, explica el ingeniero agrónomo de la empresa familiar y agrega que las ovejas no son solo parte de un mecanismo para evitar el uso de agroquímicos sino producción de carne, piel, leche y quesos.
El establo que las contiene fue diseñado con un sentido de bienestar animal para que las ovejas no tengan que permanecer entre su propio estiércol, mientras que permite recoger la materia orgánica para utilizar y producir biofertlizantes en tachos de hasta doscientos litros. “Transformamos, a través de procesos de biofermentación, esos desechos en biofertilizantes. Lo colocamos en un tambor junto con bacterias y hongos y se transforman en nutrientes para nuestros yerbales. Es decir que realizamos un círculo energético”, explica Iván.
Otra singularidad de esos yerbales, es que conviven y reciben la sombra de diversos árboles nativos. Todo forma parte de una mirada agroecológica: producción, cuidado ambiental y construcción social. En el cotidiano, sostener la idea en la práctica, se volvió el principal desafío para los Sand. Y en este sentido, la formación académica de Johann (antropología) y la de Iván (ingeniero agrónomo), se complementan.
“Nuestra yerba tiene 12 meses de estacionamiento natural. Está libre de fuego, de humo”, destacan los hermanos Sand para diferenciar el producto final obtenido en Yerbal Viejo del proceso de secado aplicado en la industria de yerba mate. “Esto logra un sabor suave que te acompaña hasta el último mate, un equilibrio perfecto entre hojas, palos y polvo, que no provoca acidez”, describen orgullosos.
“El estacionamiento prolongado hace que la yerba cambie las características organolépticas: se vuelve mucho más estable y perdurable el su sabor. Al tomar el mate, se siente el sabor a yerba. Sus características son diferentes a la yerba barbacuá: el color entre verde y gris y sin el sabor a sabor ahumado” añade Iván. “Barbacuá”, tostado en guaraní, es el método ancestral de secado a leña. Método conocido por la familia Sand, ya que había sido utilizado por ellos desde mediados de 1930, cuando Otto y Alma construyeron el primer secadero.
Yerbal Viejo, formas nuevas de producción y organización
Otra vez la lucha. Año 2019. En la localidad misionera de San Pedro se realizó una manifestación de pequeños productores y ambientalistas, en rechazo al maíz transgénico y el proyecto impulsado por la corporación Maizar. Iván Sand estaba presente junto a Hugo, su padre, y allí conoció a Salvador Torres, secretario general del Movimiento Agrario Misionero (MAM). De ese encuentro surgió una invitación a los Sand para participar de uno de los “Alimentazos” que la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) realizó en Plaza de Mayo durante el gobierno de Mauricio Macri para denunciar el desguace de las políticas para la agricultura familiar.
“Ese día, en Plaza de Mayo, yo estaba con mis paquetitos de yerba en la feria y, al lado mío, estaba un joven a quién le invité un mate. Le pregunté de dónde venía y me respondió que estaba junto con la UTT para poder comercializar directamente los productos del cordón hortícola de La Plata —recuerda Iván—. Él era jujeño, su abuelo era boliviano. Sacó una hoja de coca y me convidó. Comenzamos a charlar. Ahí estábamos los dos, en situaciones similares: descendientes de extranjeros, diferentes culturas, trabajando en proyectos familiares, vendiendo nuestros productos realizados de forma agroecológica”.
El ingeniero agrónomo reconoció las mismas problemáticas, realidades en común con esos productores y productoras que confluyeron en Plaza de Mayo; y asegura que aquel primer acercamiento a la UTT terminó siendo para Yerbal Viejo un nexo estratégico. “Gracias a haber conocido a la UTT, aumentamos la cantidad de paquetes enviados fuera de la provincia. Desde que trabajamos con UTT pudimos incrementar año a año la venta de paquetes”, destaca.
“Esto generó ingresos y, hay que decirlo, nos permite pensar en un futuro: quedarnos en la chacra para seguir trabajando bajo las tres patas de la agroecología: sustentabilidad social (poder vivir de nuestra producción), sustentabilidad ambiental (cuidado, resguardo del ambiente y de la biodiversidad), sustentabilidad económica (ingreso por venta)”, sintetiza Sand.
“Tenemos claro que queremos seguir produciendo yerba mate bajo un modo agroecológico y, en ese camino, uno de los pilares básicos es la sustentabilidad social, o sea, establecer redes de comercialización entre productores y consumidores, donde el precio sea justo para ambos”, agrega Johann y confía que ya está en marcha un proyecto para agregar un nuevo producto: té en hebras. Respeto por el medio ambiente, la salud y justicia social, sostienen los hermanos Sand, son los pilares de la nueva era de Yerbal Viejo.