Por Nahuel Lag
Novecientos puestos de venta mayorista de frutas y verduras que comercializan unos 100 mil kilos de alimentos por mes, 700 camiones de carga por día, 10.000 personas que compran, venden, cargan y descargan; un laboratorio de certificación de calidad, un área de acción comunitaria para comedores comunitarios. Desde el 24 de marzo de 2020, Nahuel Levaggi, referente de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), es la máxima autoridad de una ciudad de 500 hectáreas llamada Mercado Central. Llegó con la experiencia de las familias de pequeños productoras y campesinas al mayor mercado concentrador del país, donde la que manda no es la organización en busca de la soberanía alimentaria sino la ley de la oferta y la demanda.
Y tiene un plan: agroecología para desdolarizar la producción, planificación de la producción para estabilizar la oferta de una canasta básica frutihortícola para las necesidades nutricionales de todos los argentinos, control de las exportaciones para asegurar el abastecimiento interno y acuerdo de precios del productor al consumidor o un compromiso social de abastecimiento. Un plan que excede las atribuciones del presidente del Mercado Central, pero que desde ahí empuja.
Dice que la gestión diaria de ese municipio de la fruta y la verdura le lleva el 80 por ciento de sus días, pero el teléfono suena cuando en la televisión se leen las repetidas placas televisivas de la “suba exorbitante” del tomate, la cebolla o cualquier otra fruta. Él atiende y, del otro lado de la línea, el conductor de un programa radial o un funcionario de gobierno le dice: “Hay que hacer algo con los precios”. El tono del reclamo sube acompañado del índice que arroja el Indec, que para 2020 fue, para frutas y verduras, el doble que la inflación media.
En el quinto piso del edificio elefante del centro administrativo, que se levanta a un costado de la autopista Ricchieri, Levaggi agarra lápiz, hoja en blanco, y empieza un dibujar un esquema, que terminará por ser un remolino: algo así como la ruta del precio de la fruta y la verdura. “Este esquema lo puede entender alguien que puede venir de la UTT o ser un académico. Una vez que estás en el Mercado hay que escuchar, preguntar, estudiar… Nosotros —dice y habla como parte de la UTT— hablamos otro idioma. No llegué con prejuicios al Mercado y sí pude acumular un aprendizaje tremendo: conocer el mapa del sector frutihortícola”.
A casi un año de caminar entre los pabellones del área transaccional —a los que llegó con un llamado de Máximo Kirchner que le dijo “quiero que la comida salga más barata”—, Levaggi tiene claro que el presidente del Mercado Central no puede manejar los precios de un mercado que describe con una histórica falta de planificación estatal y liberado a la oferta y la demanda de un sector altamente atomizado: productores grandes y pequeños, operadores de los mercados concentradores —además del Mercado Central existen otros 40 en todo el país—, intermediarios y pequeños comerciantes.
“Las posibles estrategias para bajar los precios importan cuando están los precios altos, cuando se genera esa psicosis, pero después quedan de lado y todo sigue como está. La política es mucho más artesanal e improvisada de lo que uno piensa —dice de remera y pantalón cargo, pero en una oficina de gestión—. Este es un problema recurrente y de fondo en la Argentina, porque el problema es el modelo. Si querés solucionarlo tenés que cambiar el modelo, no poner un precio máximo para el tomate”.
Qué culpa tiene el tomate si el precio sube
—¿Cómo describiría el modelo actual?
—No hay política frutihortícola en la Argentina. Tenés nula planificación en la producción y mucha atomización de productores, operadores y comerciantes. Las decisiones se toman por oferta y demanda. El modelo de producción está dolarizado: los costos de producción —semillas, fertilizantes y plaguicidas—, el alquiler de la tierra, el gasoil para la maquinaria. Vendés en pesos y producís en dólares. Con una devaluación todos esos costos se van para arriba y se trasladan al precio. Es lo primero que hay que hacer, descalzar el dólar de los costos de producción: eso significa impulsar la agroecología y soberanía alimentaria.
—¿Cómo impacta la falta de política frutihortícola en los precios?
—Entre octubre y noviembre el precio del tomate llegó a 260 pesos el kilo. Fue porque el tomate de Corrientes y del norte se acabó y el de La Plata todavía no había salido: la oferta bajó, el precio subió. Con todas las frutas y las verduras pasa lo mismo. Eso tiene que ver con la estacionalidad, que puede proyectarse. Otro factor es que si en la temporada anterior el precio de alguna verdura fue alto, todos se tiran a producir y genera una sobreoferta y faltante de otros alimentos. Pero además de la estacionalidad, hay que tener en cuenta los fenómenos climáticos: si llueve tres días seguidos en Mar del Plata y los camiones no pueden entrar a buscar la producción de papa… el precio sube.
—Y esos problemas estacionales hay que sumarle el costo de traslado y los intermediarios.
—Hay una intermediación racional que es: productor, mercado concentrador, mercado minorista. Ese recorrido está bien. Existen otros modelos, como los de la UTT, que con almacenes y ferias pueden ir del productor al consumidor, pero no es un modelo que se pueda trasladar al abastecimiento a millones de personas como es el caso del Mercado Central, que abastece a doce millones de personas. Fuera de ese recorrido racional, cada intermediario incrementa el precio. Ese sector intermedio existe y es necesario. El discurso de la desaparición del Mercado Central no es lógico, lo que buscamos es que sea racional.
—¿Qué otro factor incide en el esquema de precios?
—El último elemento es la exportación a países limítrofes. Durante este verano impactó en el precio del limón. Los productores reciben la compra directo de Brasil o Paraguay, le pagan en dólares, la oferta en el mercado interno baja y el precio sube sin que un solo cajón haya pasado por el Mercado Central. El Estado puede intervenir de manera más rápida en eso.
—El Gobierno optó por una política así al restringir en diciembre un remanente de la cuota de exportación de maíz y se tradujo en un lockout…
—No es lo mismo. El maíz tiene como actor a las cerealeras, a los exportadores de granos. En este caso se trata de pararse en la aduana, controlar e intervenir en los camiones que se llevan la producción que desabastece el mercado interno.
Levaggi dibuja cada parte del mapa frutihortícola que fue descifrando en sus primeros meses en el Mercado Central y recuerda cuando el celular suena por una suba repentina de precios en las verdulerías. “Me llaman de una radio al grito de ‘¡los precios están altos!’ y yo trato de explicar todo esto, pero del otro lado ya se aburrieron y me dicen: ‘Levaggi los precios están altos igual’.”
Compromiso social de abastecimiento
Con los números del Indec sobre la mesa, la “psicosis” por el precio de la verdulería parece tener sentido. El organismo estadístico calculó una inflación anual del 36,1 por ciento para el 2020, mientras que la verdura tuvo un incremento interanual del 58 por ciento en el Gran Buenos Aires y la fruta del 64,4 por ciento. El titular del Mercado Central sabe que la misión que le encargaron fue la de “que la comida sea más barata” y en eso trabaja junto a la Secretaría de Comercio Interior, a cargo de Paula Español.
Sobre las cifras del Indec trata de no entrar en polémica, pero señala que lo que influye en esas cifras es la estacionalidad (el Indec registró una caída del 16,6 por ciento de los precios de la verdura en diciembre), pero elige hacer foco en los ejemplos de gestión.
El segundo día en el que asumió como titular del Mercado Central puso en marcha el denominado Compromiso Social de Abastecimiento, un programa en el que cada jueves los operadores del mercado se sientan a “transparentar” los precios de venta al por mayor de una canasta de 27 alimentos y, al mismo tiempo, se establece un precio minorista sugerido. Los precios pueden consultarse online y, basado en esas cifras, Levaggi sostiene: “Si comparo los precios de cada jueves desde que comenzó el compromiso no hay una locura de aumentos, acompaña la inflación general”.
—El aumento en los precios de la verdulería se sintieron fuerte en el bolsillo, ¿cree que el acuerdo alcanzado en el compromiso quedó como testimonial?
—No es tan testimonial porque se empieza a marcar un precio de referencia que antes no existía. Vos podrás decir: “No me importa, el limón está caro”, pero esto es un primer paso, una parte del esquema: el acuerdo de precios. Es distinto al tipo de acuerdo de precios máximos que se intentaron implementar en otras gestiones, cuando se fijaba un precio que estaba puesto en dos bolsas de mercadería y nada más. En el mercado frutihortícola tenés a productores y comercializadores atomizados. Es un mito que hay cuatro o cinco grandes y malos que manejan los precios. No es que te sentás con cinco frigoríficos y hacés un acuerdo. Tampoco podés hablar de determinados cortes, cada jaula de mercadería tiene distinto peso y calidad. El compromiso es para transparentar los precios, no para bajarlos, pero sí se permite saber cuál es el precio de venta de todos los operadores.
El Compromiso Social de Abastecimiento parte de la transparencia del precio mayorista y el minorista sugerido para ofrecer información al consumidor, pero también al productor, en la otra punta de la pelea respecto de la brecha entre el campo y la góndola. En ese sentido, desde la UTT, comenzaron a recorrer los pabellones cada madrugada para pasar una lista actualizada de precios a los pequeños productores todos los días antes de la llegada del próximo camión.
“Es parte de la transparencia de los precios. Eso generó ruido interno con los operadores del mercado… Pero es así, los intereses en la oferta y demanda son contrapuestos: si los de afuera —productores y consumidores— están contentos con los precios; los de adentro del mercado están puteando”, sintetiza Levaggi la puja diaria.
Para los consumidores, el compromiso busca llegar hasta las verdulerías de cada barrio con acuerdo con los municipios para que impulsen el acuerdo entre los comerciantes locales. Las verdulerías adheridas pueden rastrearse en un mapa en la web del mercado. Hasta el momento, el programa tiene un centenar de verdulerías adheridas, sobre todo, en los municipios donde los jefes comunales impulsaron el acuerdo: Berazategui, Quilmes, Hurlingham. El modelo también fue compartido con los mercado concentradores de las provincias —solo el Mercado Central es de control público, en las provincias son los operadores los que manejan el mercado— y, por el momento, solo se replicó en Santiago del Estero.
Agroecología para no dolarizar la ensalada
El titular del Mercado Central entiende que el impacto de ese programa no haya llegado a los bolsillos de los doce millones de habitantes de la zona metropolitana a los que abastece el mercado, pero insiste en que para tener una política seria “para controlar los precios de la fruta y la verdura se tiene que planificarse todo el esquema de producción y distribución. Si no es mentira cualquier acuerdo de precios”. “Ese cambio de esquema se puede hacer, lleva tiempo, pero no responde a la queja inmediata del vecino que va a la verdulería”, señala.
—¿Un paso central que plantea es el de la transición a la agroecología para descalzar el precio dólar de la producción?
—La propuesta que trabajamos va con todo en paralelo: el control de las exportaciones, acuerdo de precios, desdolarizar el acceso a los insumos con producción agroecología y los alquileres con la Ley de Acceso a la Tierra y la planificación de la producción.
—¿En qué pudo avanzar desde el Mercado Central respecto del fomento a la agroecología?
—Creamos el programa de Impulso a la Agroecología y empezamos con los primeros talleres de capacitación para los operadores del mercado que también son productores. Cuando ingresé me parecía una utopía conseguir, en los primeros meses, el impulso a la agroecología: pero ya hay productores recibiendo la capacitación en el “abc” de la agroecología. El taller está a cargo del Consultorio Técnico Popular (CoTePo) de la UTT y esos operadores-productores están yendo a las quintas de la UTT a ver la producción. Estamos fomentando la transición agroecológica.
—¿Los operadores-productores se interesan?
—Hay un trabajo de convencer. Ya llegamos a un acuerdo con dos productores grandes, que van a comenzar con cinco hectáreas de cítricos agroecológicos en Entre Ríos y sumamos más productores del cordón hortícola de La Plata a la producción agroecológica. Para empezar, más que lo material es la victoria simbólica y política: la transición está institucionalizada desde el Mercado Central.
—¿También hay productores agroecológicos que ustedes acercan a los operadores tradicionales del Mercado Central?
—Armamos el registro de productores oferentes para el mercado, donde productores pequeños y cooperativos de distintas partes del país se pueden inscribir para que los puesteros, operadores y operadoras del mercado puedan proveerse cuando les falte algún producto o, simplemente, fortalecer el canal de conexión. En ese registro están discriminados quienes producen de manera tradicional o de forma agroecológica.
—El otro paso fue la certificación agroecológica en el laboratorio del Mercado Central…
—Sí, a fin del año pasado, pusimos a disposición de los productores cooperativos la gratuidad de los análisis para la certificación agroecológica, que es una de las mayores trabas para los productores que quieren promover su producción agroecológica. La UTT ya es una marca registrada, y logramos construir la certificación participativa junto al Senasa y el INTA, pero incluso los malos de acá dicen que mentimos. El laboratorio del Mercado Central analiza todos los días muestras de la mercadería que ingresan al mercado para controlar que se cumplan los estándares de agroquímicos permitidos por el Senasa. En caso de que esos estándares se sobrepasen, la mercadería se decomisa. Pero siempre hay agroquímicos. Para los agroecológicos esos números tienen que dar cero.
—¿Y qué pasó con los primeros análisis de certificación agroecológica?
—Fue todo el equipo del laboratorio a quintas de la UTT y tomaron muestras de la tierra para analizar los estándares. No podían creer que les haya dado cero.
—¿Este es el primer paso para poder ingresar al Mercado Central producción agroecológica?
—En el Mercado Central hay 866 puestos de venta y 600 operadores, porque hay firmas que tienen más de un puesto, y todo es privado: compra y venta. Todos los puestos, de todas las naves, están ocupados. Para sacar a uno tendrías que poner a otro. Ahora no hay producción agroecología en el mercado, hay algunos puestos donde se ofrecen productos “orgánicos”.
—¿El volumen de la producción agroecológica frutihortícola tiene escala suficiente para nutrir al Mercado Central?
—Solo la UTT cuenta en Buenos Aires con 8000 productores y los que venden a través de los espacios de comercialización de la organización son unos 300. Y acá puede haber producciones de todo el país, de empresas pymes, puede venir una uva orgánica de San Juan.
—Volviendo al tema de los precios al consumidor, la agroecología tiene como beneficio al productor la baja de los costos por el descalce del precio dólar, pero hay quienes señalan que eso no se traduce en el precio de venta e incluso que se vende más caro por tratarse de un alimento más saludable…
—Si van a los almacenes de la UTT van a ver que sí. Hasta que llegó la UTT hubo un nicho económico de la cuestión orgánica-agroecológica que se podía resumir en “alimento sin químicos, pagalo más caro”. El nicho empresarial de lo “orgánico” continúa existiendo, pero nosotros decidimos no producir más sano para los ricos y con químicos para los pobres. Lo que construimos fue un sistema integral que va más allá de lo “orgánico” que está en la relación entre el productor desde la quinta hasta el bolsón para el consumidor con un precio acordado por un tiempo establecido. Por lo tanto, a veces el precio de algún producto podrá estar más caro o más barato que en los almacenes nuestros, donde se mantiene constante. Cuando el tomate llegó a 260 pesos, en el almacén de la UTT seguía a 60 pesos.
Planificación para estabilizar la oferta (precios)
En el modelo de la UTT, donde el sistema del productor al consumidor es una escala controlable el precio acordada permite fijar un precio previsible, pero para traspolar la posibilidad de estabilizar los precios en la oferta y demanda del Mercado Central, Levaggi sostiene que hay que controlar los factores climáticos que pueden generar una baja repentina en la oferta de frutas y verduras; y planificar la producción para generar shocks de oferta en momentos de bajas estacionales.
El primer factor no se limita a revisar el pronóstico del Servicio Meteorológico Nacional sino que se creó un equipo de Monitoreo Federal de Producción, integrado por integrantes de las organizaciones de pequeños productores y campesinos de todo el país, que recorren los campos y dan aviso sobre el impacto de la sequía, el exceso de lluvias o el granizo sobre las distintas producciones, que puedan significar una baja en la cantidad de cajones que lleguen a Buenos Aires.
El otro punto es la planificación de la producción. “Por lo menos, con determinados productos básicos para garantizar una oferta estable de una canasta de productos —papa, cebolla, lechuga, zanahoria, tomate— y los que están por fuera de esa canasta se ajustan a la estacionalidad. O sea, se come uva en el verano y el que quiera uva en el invierno asumirá el costo”.
—¿Cómo sería esa planificación?
—Tendría que haber una planificación desde el Ministerio de Agricultura. Somos 44 millones de argentinos que tendríamos que consumir equis cantidad de gramos de determinada verdura o fruta. Bueno, entonces, habría que garantizar equis toneladas de esa canasta básica. Para esto hay que ver: dónde se está produciendo, cómo se está produciendo y qué incentivo se le ofrece desde el Estado. No es una locura hacerlo posible. Por ejemplo, sabemos que la producción de fruta está en manos de los productores medianos y grandes, mientras que la horticultura, en gran porcentaje, están en manos de nuestros compañeros.
—¿Y qué puede aportar desde el Mercado Central?
—Como prueba piloto nos juntamos con los compañeros de la UTT de Orán, Salta, y les planteamos: ¿No podemos planificar la producción para que haya un golpe de oferta de tomate a fines de octubre, que es cuando se acaba actualmente? Estamos empezando a trabajar en eso con ellos. En agosto, septiembre tenés oferta del norte y durante octubre hay un bache hasta que llega el de La Plata. Entonces, acordamos con los compañeros que en lugar de realizar una plantación unificada, la dividan para poder cosecharla en dos tiempos.
—¿Esta planificación es conveniente para los productores?
—Ordenar la producción al productor le sirve porque va a vender a mejor precio su producción que si la ofrece en la misma época que el resto de los productores. El acuerdo también se puede extender a los grandes operadores: acuerdos en los que el operador invierta en la semilla y los productores le aseguran el abastecimiento. Siempre se dijo “con los chiquitos no se puede trabajar”, ahora los chiquitos somos nosotros. Y en volumen total son más grandes que los productores tradicionales para productos como el tomate y todo lo que es hoja.
—¿Esta prueba piloto podría ampliarse con qué cultivos y en qué escala?
— Es una prueba piloto, artesanal, de la planificación que necesitaríamos a nivel nacional. El plan de planificación se lo presenté al Ministerio de Agricultura y Ganadería y al INTA. El teléfono no suena hasta el próximo índice que señala que la verdura volvió a subir de precio, mientras continúan las tareas de gestión del Municipio de la Fruta y la Verdura y el referente de la UTT avanza con programas para modificar el esquema de precios, por el momento, sin roces con el gobierno nacional. “Estar acá es parte de la lucha por la soberanía alimentaria. Vinimos para transformar las cosas y lo que está mal lo decimos y la UTT mantiene los mismos reclamos. Nos empodera más para hacer lo que creemos. A nosotros nos pidieron que estemos, la condición principal para estar acá fue la Ley de Acceso a la Tierra”.